Maria Callas, nacida como Maria Anna Sofia Cecilia Kalogeropoulos el 2 de diciembre de 1923 en Nueva York, fue una de las sopranos más célebres y controvertidas del siglo XX. Su vida y carrera se entrelazan con el desarrollo de la ópera moderna, y su legado perdura en la memoria colectiva no solo por su impresionante talento vocal, sino también por su carismática presencia escénica y su tumultuosa vida personal.
Callas era hija de inmigrantes griegos; su padre, Georgios Kalogeropoulos, era un farmacéutico, y su madre, Evangelia, una pianista amateur. Desde muy joven, Callas mostró un talento excepcional para la música, lo que llevó a su madre a inscribirla en lecciones de canto. A la edad de 13 años, la familia se mudó a Atenas, donde continuó su formación musical en la Escuela de Música de Atenas. Su prometedor camino en la música se vio interrumpido brevemente por la Segunda Guerra Mundial, pero tras la guerra, su carrera despegó rápidamente.
En 1941, Callas hizo su debut profesional en el teatro de ópera de Atenas, interpretando el papel de La traviata. A pesar de un inicio algo titubeante, su talento pronto fue reconocido y comenzó a ganar atención internacional. En 1945, fue invitada a actuar en el Teatro de la Scala en Milán, donde su interpretación de Norma de Bellini la catapultó a la fama mundial. Su técnica vocal única y su habilidad para transmitir emociones complejas a través de su canto la diferenciaron de otras sopranos de su época.
A lo largo de su carrera, Callas tuvo una relación tumultuosa con el mundo de la ópera y la fama. Su estilo de vida extravagante y su figura pública se convirtieron en temas de interés y especulación en los medios de comunicación. Callas vivió varias relaciones amorosas, siendo la más famosa la que mantuvo con el millonario griego Aristóteles Onassis. Su romance fue objeto de intensas miradas, y la decisión de Onassis de casarse con Jacqueline Kennedy en 1968 tuvo un impacto devastador en ella.
En términos de su carrera musical, Callas fue conocida por su versatilidad y su capacidad de adaptarse a diferentes estilos y compositores. Su repertorio abarcó desde el bel canto hasta las obras románticas y contemporáneas. Aportó nuevas dimensiones a papeles icónicos como Violetta, Lucia y Madama Butterfly. Su capacidad para combinar técnica vocal con interpretación emocional la convirtió en una de las figuras más admiradas en la historia de la ópera.
A pesar de su éxito, Callas enfrentó numerosos desafíos personales, incluidos problemas de salud y críticas sobre su figura física. A lo largo de su carrera, su peso fluctuó, lo que alimentó los rumores sobre su estado de salud y su bienestar emocional. En la década de 1970, Callas se retiró de los escenarios, dedicándose en su lugar a la enseñanza y a ocasionales apariciones en recitales. Su última actuación tuvo lugar en 1974 en la Ópera de París, dejando al mundo de la ópera sin una de sus más grandes intérpretes.
Maria Callas falleció el 16 de septiembre de 1977 en París, dejando un legado que sigue impactando a músicos y amantes de la ópera en la actualidad. Su vida y carrera han sido objeto de múltiples libros, películas y documentales, lo que atestigua su perdurable influencia en el arte de la música. Callas no solo es recordada por su asombroso talento, sino también por su personalidad apasionada y su inigualable dedicación al arte operático.
A lo largo de los años, Callas ha sido reconocida con numerosos honores y premios, convirtiéndose en un ícono cultural y un símbolo del poder y la belleza de la música clásica. Su memoria continúa viva en las grabaciones de sus actuaciones, que siguen siendo objeto de estudio y admiración por nuevos públicos.