Los mosqueteros II

Cuando supo Cervantes que un tal de Avellaneda le había secuestrado a Don Quijote para encerrarlo en la casa del Nuncio de Toledo, se apresuró a desfacer el agravio con el más definitivo: el de su fin y acabamiento. Justificó ante el lector el final de la historia con unas melancólicas palabras: «en ella te doy a don Quijote dilatado y, finalmente, muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios». No fue el caso de Dumas, que aun parece que llegó a proyectar un cuarto episodio. Pero los años no pasan en balde para mosqueteros, reyes ni cardenales. Y ha de ...